UNA MIRADA CRÍTICA AL LENGUAJE Y SUS DIVISIONES DE CLASE

¿Cómo debe hablar el Pueblo?

Mateo Peña
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Lenguaje Sociedad Filosofía

En este artículo no se pretende llegar a ningún tipo de conclusión filosófica, de lo que ya habrá tiempo, sino ofrecer un método que permita sobreponerse al discurso burgués, desmontar su realidad y construir una, tan inquebrantable como sea el pueblo y su conciencia…

Seguimos heredando de nuestros antepasados, de los eslabones evolutivos más antiguos, las formas más primitivas y conservadas del lenguaje: el cariño y la violencia.

Pero, aún así, hace aproximadamente 100 mil años, desarrollamos un lenguaje complejo que dio sustitución (o como mínimo, ampliación) al primitivo lenguaje binario.

Teniendo en cuenta el poco (o no tan brusco) desarrollo evolutivo que hemos tenido como especie en nuestra aún corta historia, cabe preguntarse qué necesidad produjo este cambio verdaderamente revolucionario.

Esto coincide con la hipótesis del éxodo africano hacia Europa y Asia, donde cambiaron profundamente las relaciones de producción, generando una división del trabajo por sexo y edad: las mujeres y los niños recolectan frutos secos y vegetales, practican la caza menor y curten las pieles, mientras los hombres adultos ejercen la caza mayor.

Producto de este modo de producción, surge un cambio en la dieta que permite un aumento cognitivo. A la dieta basada en carne ahora se le suman frutas, verduras y pescado, que cocinados mediante el uso del fuego, permiten una mejor digestión.

“El desarrollo cognitivo de los humanos del Paleolítico superior y la división del trabajo en una economía especializada son, por tanto, factores concomitantes. En consecuencia, la necesidad de coordinar las actividades de intercambio («comercio») entre grupos justificaría la aparición de un sistema elaborado de símbolos, como es el lenguaje humano.”
(Orígenes del lenguaje: nuevos asaltos a una vieja fortaleza, Angel Alonso-Cortés)

Con el desarrollo histórico de la humanidad, surgen nuevos modos de producción que modifican la cultura y su sociedad, manifestando la estrecha relación que existe entre el lenguaje y los sistemas de producción: se generan rupturas en el lenguaje, dividiéndose en tantos nuevos como clases sociales existan en dicho sistema.

Foucault desarrolla este concepto desde un estudio arqueológico:

“(…) Los fenómenos de ruptura operan en dos niveles: a nivel diacrónico (vertical), cuando en determinado momento histórico comienzan a mutar lentamente las formas del ver y del hablar acerca de un objeto (procesos de resemantización de los códigos); y a nivel sincrónico (horizontal), cuando en un mismo momento histórico los códigos manejados en los distintos campos culturales pueden ser diferentes, debido a que la cultura no es homogénea y las mutaciones pueden darse en distintos momentos y de distinta manera en los diversos campos. Esta idea de ruptura y discontinuidad (en oposición a un esquema histórico lineal) coloca en un lugar central al acontecimiento, concebido como efecto (no causal) de un proceso de lucha de fuerzas y que, a su vez, él mismo va a producir consecuencias a lo largo del tiempo.”
(El análisis del discurso: Michael Foucault y la arqueología del saber)

Foucault encuentra una relación dialéctica (de lucha) del lenguaje en las rupturas horizontales, en un mismo momento histórico. Desde un punto político: en dos clases sociales, por diferencias culturales, en las que enfatizaría las morales: una misma palabra significa dos cosas completamente diferentes.

Uno de los mejores ejemplos para entender lo dicho anteriormente es el Latín, del cual no se puede hablar como uno, sino dos:

Este idioma, bien definido bajo dos dialectos, nos permite visualizar cómo determinado lenguaje es asignado (por medio de la marginación intelectual y social) para determinada clase dentro de la sociedad.

Hablar el Latín Clásico no solo ofrecía superioridad social, sino que ofrecía mejores herramientas conceptuales con las que engañar y persuadir discursivamente a los plebeyos, manteniendo así las relaciones de opresión.

Llegando a la actualidad, al capitalismo, donde las relaciones de producción se agudizan en dos: burgueses y proletarios (obreros y asalariados), donde se mantiene la explotación del hombre por el hombre bajo la hipocresía burguesa de que todos somos “social y políticamente iguales” y uno, con esfuerzo, “puede elevar” su estatus social: las clases dominantes no se pueden permitir dividir sin pudor el idioma, lo que sí podían hacer en sistemas donde el ascenso no era posible.

La ruptura de todos los lenguajes con el surgimiento del capitalismo, en uno reaccionario (burgués) y otro revolucionario (proletario), estratégicamente está definida bajo un mismo idioma para preservar el sistema. Sin embargo, las consecuencias son las mismas: el trabajador puede sentir que se comunica con un igual al hablar con un burgués, pero al conceptualizar el lenguaje, los intereses son completamente diferentes.

Mientras para el proletario, la libertad es la libertad del trabajo, para el burgués la libertad es la libertad de explotar. Así podríamos ir enumerando y analizando palabra por palabra, a lo que concluiríamos que, aunque ambos lenguajes están dentro de un mismo idioma, estos se encuentran irreconciliablemente divididos por sus intereses de clase.

Entendiendo todo lo dicho anteriormente, propongo:

  1. Retomar la tradición literaria del debate de ideas: La palabra escrita es enemiga del burgués, ya que esta queda preservada en la historia para su análisis, a diferencia de los debates orales, donde predomina la capacidad oratoria sobre las ideas y facilita el engaño reaccionario.

  2. Conceptualizar: Puesto que sería poco eficiente detenerse en todas las palabras, debemos detenernos en aquellos “conceptos vacíos”, aquellos que escapan del tiempo y el espacio, aquellos que no tienen relación con objetos materiales, por tanto, tampoco con la experiencia. Algunos ejemplos: la verdad, la libertad, democracia, etc.

  3. Producir el lenguaje revolucionario: Hoy, más que nunca, cuando el idioma es dócil y servil al sistema, cuando palabras como imperialismo, dictadura del proletariado, socialismo y revolución son malas palabras, hay que retomar términos surgidos de los pensantes que defendieron nuestros intereses de clase y producir nuevos conceptos para enriquecer el lenguaje proletario.

“la inocencia no mata al pueblo
pero tampoco lo salva
lo salvará su conciencia
y en eso me apuesto el alma”
(Alí Primera)

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