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La intención de las siguientes líneas es arrojar algunas pistas sobre uno de los métodos de exterminio más recurrentes, bajo el paraguas selectivo de la injerencia humanitaria y la democracia liberal.
¿Qué significa “limpieza étnica” y qué herramientas necesita para garantizar la eficacia de sus resultados alrededor del pueblo a exterminar?
La realidad, es convenientemente oculta, unas veces y manipulada otras, según los intereses de fuerzas opresoras concretas, en cada etapa histórica.
El Mediterráneo oriental es una de tantas zonas del planeta, asoladas por el imperialismo, frente a la indiferencia mundial, hasta el día de hoy, a pesar de ser la confluencia de tres continentes. Esta es una invitación a zambullirse en las bravas olas de su historia reciente.
I
Según la ONU, limpieza étnica, se refiere a: “hacer que una zona sea étnicamente homogénea mediante el uso de la fuerza o la intimidación para expulsar de ella a personas de determinados grupos ” (…) “una política deliberada diseñada por un grupo étnico o religioso para expulsar por medios violentos e inspiradores del terror a la población civil de otro grupo étnico o religioso de determinadas zonas geográficas”.
Estas citas, tienen como origen los informes S/25274 y S/1994/674, de una Comisión de Expertos encargada de examinar las violaciones del derecho internacional en el marco de las Guerras de los Balcanes, que se dieron lugar entre 1991 y 2001, como resultado de injerencias extranjeras para destruir la antigua República Federativa Socialista de Yugoslavia.
Conocer el contexto en el que se originó este concepto vinculado al genocidio, no sólo es importante por los trágicos acontecimientos en Medio Oriente, cuestión que abordaremos más adelante, sino porque paradójicamente, tal término, que carece de una figura jurídica propia, nació para justificar una innumerable cantidad de crímenes de guerra contra el pueblo serbio, que intentó mantener su independencia política y económica, a contracorriente de los organismos internacionales dirigidos por Estados Unidos y la Unión Europea. ¿Por qué es posible afirmar lo anterior?
II
Con la derrota de las hordas del nazi-fascismo, por parte del Ejército Rojo de Obreros y Campesinos de la Unión Soviética, tras la Segunda Guerra Mundial, en Europa del Este, surgieron diversos Estados, que al haber sido liberados por fuerzas comunistas, sus pueblos eligieron una forma de democracia popular de estilo socialista. Uno de esos casos fue la ya mencionada R. F. S. de Yugoslavia, formada por una confederación entre Serbia, Macedonia, Montenegro, Eslovenia, Croacia y Bosnia; pueblos de los Balcanes, con una ubicación privilegiada en el Mediterráneo, frente a Italia por el occidente y con Grecia, Albania y Turquía al oriente.
A pesar de la enorme crisis político económica a la que fueron arrojados la mayoría de los pueblos de Europa Oriental, mediante diversas formas de sabotaje, a fines de la década de 1980, Yugoslavia permaneció en considerable estabilidad.
Aunque la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), con el desmantelamiento forzado de la Unión Soviética, dejó de tener sentido como alianza militar, se negó a desaparecer, a pesar de haber afirmado no avanzar hacia el Este de Europa, pues “la nueva Rusia” de Boris Yeltsin, se encontraba ya en manos de un gobierno títere a los intereses de Estados Unidos y Europa.
Con Bill Clinton a la cabeza, respaldado por el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea, iniciaron diversas maniobras económicas, propagandísticas y de desestabilización al interior de las repúblicas que conformaban Yugoslavia. Se fomentó un nacionalismo recalcitrante utilizando elementos abiertamente nazis, sobre todo en el caso de los paramilitares croatas y bosnios, dirigidos por figuras como Franjo Tudman y Alija Izetbegovic, antiguos colaboracionistas de las SS durante la SGM.
Franjo Tudjman, fue impuesto presidente de la “nueva Croacia”, separada unilateralmente de Yugoslavia y basada en el “Estado Independiente de Croacia”, (entidad colaboracionista nazi, durante la SGM, que realizó labores de limpieza étnica contra la comunidad religiosa judía y especialmente contra la población serbia, así como contra partisanos comunistas).
Entre el 4 y el 7 de agosto de 1995, los paramilitares croatas, autodenominados “Ustaša” en evidente homenaje a la antigua organización nazi, realizaron una de las mayores limpiezas étnicas contra el pueblo serbio en brevísimo tiempo; eliminaron a más de 3 mil civiles y desplazaron a más de 250 mil serbios de la región de Krajina, para reclamarla como tierra croata, con la complicidad mediática internacional.
Por otro lado, Alija Izetbegovic, también impuesto presidente de la “nueva Bosnia”; contó con la ayuda de mercenarios fundamentalistas provenientes de toda Asia Central y algunas regiones de Europa como Albania y Chechenia. Financiados, por un aliado imprescindible de Washington, Usama Bin Laden, cuya fortuna saudí, permitió la creación de un ejército con experiencia adquirida en la guerra de Afganistán contra los soviéticos y que sería el origen de la organización conocida más tarde como al-Qaeda. Los dirigentes bosnios pretendieron crear un estado islamista y para ello, también debían exterminar a la población serbia en este territorio, donde era mayoritaria históricamente. Cometieron atentados terroristas y forzaron el desplazamiento de miles de civiles serbios. Todo esto igualmente contó con el extraordinario acompañamiento mediático internacional, que convirtió a las víctimas serbias en verdugos, para justificar el desmembramiento de Yugoslavia.
Para enero de 1999, con el mismo modus operandi de los paramilitares bosnios, cientos de mercenarios albaneses financiados por Turquía, habían establecido un campo de entrenamiento en la localidad de Račak, en la provincia serbia de Kosovo. La organización terrorista se autodenominó “UÇK, Ejército de Liberación de Kosovo”, con la consigna de separar este territorio soberano de Serbia, para establecer una base militar estadounidense y así ampliar sus operaciones al sureste de Europa. Mientras continuaban creciendo las membresías de la OTAN y la Unión Europea. En aquellas fechas, el UÇK, atacó una estación policial yugoslava, además de asesinar a varios civiles en el área. La respuesta de la seguridad yugoslava, fue una operación que acabó con decenas de mercenarios. Sin embargo, la muy experimentada prensa internacional, convirtió la derrota de los terroristas, en un evento escandaloso que presuntamente incurrió en crímenes de guerra por parte de las autoridades serbias de Yugoslavia, por haber eliminado alrededor de 40 personas, negando así, que se tratase de una batalla contra insurgentes radicales .
Principalmente entre 1994 y 2001, ante las atrocidades mencionadas, miles de serbios, se organizaron en diversas fuerzas armadas para resistir y luchar contra los actores financiados por Estados Unidos, Turquía y demás agentes internacionales. En prácticamente todos los casos en los que los voluntarios serbios contestaron a los intentos de exterminio, se les acusó exactamente de lo que se defendían; cometer limpieza étnica. En casi todas las ocasiones, en las que las autoridades serbias señalaron como crímenes de guerra, las acciones cometidas por croatas, bosnios y albaneses, éstas fueron desestimadas por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, creado por EEUU, Francia y Alemania, como instrumento jurídico facilitador de la destrucción yugoslava y serbia en particular. La mayoría de acusaciones realizadas por croatas, bosnios y albaneses contra los serbios, fueron admitidas.
Según las cifras oficiales, el resultado de las Guerras de los Balcanes, que duraron 10 años, fueron 140 mil bajas, entre civiles y militares de todos los bandos y 400 mil desplazados.
Tanto la ONU como la OTAN no conocieron estas cifras sino hasta el término de la conflagración general, sin embargo, les bastaron los informes que presuntamente revelaban los crímenes del lado serbio, para avalar una serie de operaciones militares que consistieron en el bombardeo de Belgrado, capital serbia y otras áreas de predominante población civil, con uranio empobrecido, desde 1999 hasta 2001. Única forma en la que lograron destruir a la resistencia serbia, que soportó 10 años de exterminio.
Para entonces, aún asumiendo las exageradas cifras que arrojaron, tales números no se acercaron ni remotamente, durante ese lapso, a los más de 45 mil ejecutados y a los 2 millones de palestinos desplazados por las fuerzas coloniales de ocupación israelíes durante al menos, los últimos 14 meses, desde octubre de 2023.
Este es el paradójico y oscuro origen del concepto “limpieza étnica”.
III
En septiembre de 2023, casi 200 mil armenios fueron desplazados por las fuerzas armadas azeríes, apoyadas por Turquía e Israel, de la región conocida como Nagorno Karabaj, sin que ningún gran consorcio mediático internacional, ni agente político de peso, acusase al gobierno azerí de cometer limpieza étnica.
Para noviembre de 2024, las fuerzas de ocupación israelíes provocaron el desplazamiento de 900 mil libaneses, debido a las incursiones y bombardeos en aquél país árabe, sin tener consecuencias respecto ningún crimen asociado a la limpieza étnica.
A partir del 8 de diciembre de 2024, con la destrucción de la República Árabe Siria, los herederos de los mercenarios fundamentalistas que actuaron en Afganistán, Bosnia, Libia y muchos otros sitios de África, Asia y Europa, realizan acciones de limpieza étnica contra las poblaciones alauitas, cristinas y seculares en general. Todo, bajo el patrocinio de Turquía, la Unión Europea, Estados Unidos, las petro-monarquías del Golfo y las fuerzas de ocupación israelíes, con el pretexto del surgimiento de una “nueva Siria, libre y democrática”.
Cuando en 1948, la ONU decidió de forma unilateral, la creación del Estado de Israel, también se argumentaron motivos humanitarios, debido a los repudiables actos de genocidio causados por la Alemania nazi contra las comunidades religiosas judías de Europa. Sin embargo, la población palestina, nada tuvo que ver con tan condenables actos. La partición inicial de Palestina, significó el desplazamiento de más de 750 mil habitantes fuera de sus tierras, el saqueo, explotación, expolio y apropiación de quienes se han convertido en colonos ocupantes desde entonces.
No es posible establecer ninguna equivalencia entre el muy respetable derecho a poseer la milenaria fe judía y al mismo tiempo reclamar una presunta patria ancestral, según dogmas teológicos instrumentalizados para fines políticos. De la misma forma que es reprochable el establecimiento de cualquier otra clase de Estado etnoreligioso, ya sea cristiano o musulmán.
Los crímenes del nazismo dieron oportunidad al sionismo, de establecer un proyecto etnoreligioso y luego éste, otorgó un inestimable soporte al imperialismo occidental, como punta de lanza en defensa de sus intereses, en el Mediterráneo oriental.
El pueblo palestino, pero también el libanés y el sirio, han sufrido décadas de ocupación colonial, ilegítima e impune; ante el silencio cómplice de la humanidad que permitió las diversas formas de genocidio en los últimos 80 años. Bajo ese mismo paraguas selectivo de injerencia humanitaria y democracia liberal, que no representa sino la expresión pública de las contradicciones de la competencia mercantil; la anarquía de la producción capitalista, el hábil imperialismo, experto en los disfraces, que desorienta a los pueblos.