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El 27 de junio de 1973, el presidente Juan María Bordaberry, con el respaldo de las Fuerzas Armadas y la oligarquía, disolvió el Parlamento, instaurando una dictadura cívico-militar fascista que se extendería hasta 1985. Esta acción, que marcó el inicio de una de las etapas más oscuras de la historia del país, nació herida de muerte con una respuesta de rechazo inmediata y contundente en la clase trabajadora organizada.
La resolución histórica de la CNT
Desde su fundación en 1966, la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) adoptó una postura clara y firme ante la posibilidad de un golpe de Estado: responder con una huelga general. Esta resolución fue ratificada en los congresos de 1969 y 1971, consolidando la estrategia de resistencia activa ante cualquier intento de quiebre institucional. La decisión no fue improvisada; fue el resultado de años de análisis y preparación frente a la creciente amenaza del autoritarismo.
La huelga general: unidad y lucha
En la madrugada del 27 de junio, apenas se conoció la noticia del golpe, la CNT convocó a la huelga general. La respuesta fue inmediata: fábricas, puertos, bancos y comercios fueron ocupados por los trabajadores, quienes se organizaron en asambleas y comités de base para coordinar la resistencia. La huelga no solo paralizó el país, sino que también demostró la capacidad de organización y lucha del movimiento obrero.
La solidaridad fue otro pilar fundamental de esta resistencia. Organizaciones estudiantiles, como la Federación de Estudiantes del Uruguay (FEUU), se sumaron a la huelga, ocupando facultades y apoyando las acciones de los trabajadores. La unidad entre distintos sectores sociales y políticos fortaleció la lucha y mostró que el pueblo estaba dispuesto a defender sus derechos a toda costa.
El contexto del Plan Cóndor
El golpe de Estado en Uruguay no fue un hecho aislado; formó parte de una estrategia regional impulsada por las dictaduras militares del Cono Sur, conocida como el Plan Cóndor. Este plan consistía en una coordinación represiva entre las dictaduras de Argentina, Chile, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay, bajo directrices de Estados Unidos, para perseguir, torturar y eliminar a opositores políticos. En este contexto, la huelga general uruguaya representó una amenaza directa a los intereses del imperialismo y de la oligarquía criolla, que buscaban consolidar su poder mediante la represión y el autoritarismo.
La represión y el legado
La respuesta de la dictadura fue brutal: miles de trabajadores fueron detenidos, muchos de ellos torturados y desaparecidos. La CNT fue declarada ilegal, y sus dirigentes fueron encarcelados o forzados al exilio. Sin embargo, la huelga general dejó una huella indeleble en la historia del país. Demostró que la dictadura no tenía respaldo popular.
¡Viva la Huelga General!
A 52 años de la heroica huelga general de 1973, rendimos homenaje a todos aquellos y aquellas que, con valentía y sacrificio, enfrentaron la dictadura y defendieron los derechos del pueblo. Recordamos que la lucha continúa, que la organización y la unidad son nuestras mejores armas. Reafirmamos nuestro compromiso con la justicia, la libertad y la dignidad del pueblo uruguayo.
¡Honor y gloria a los huelguistas del 73! ¡Viva la Huelga General! ¡Viva la unidad del pueblo!