Ante el genocidio en Palestina, ¿China intervendrá?

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Les queda menos, pero ya hicieron lo que querían

La campaña del Partido Nacional, y la coalición multicolor estuvo tremendamente bien asesorada, sin embargo se quedó solo en eso, una agradable campaña de marketing. Vendieron muy bien el concepto de “los mejores 5 años de nuestra vida”, pero resulta necesario contrastar ese discurso con la aplicación concreta de sus políticas. Cuando hacemos eso podemos concluir que nos estafaron.

Venían bajar los impuestos, pero los subieron; venían a mantener los precios de los combustibles, y también los subieron; venían a erradicar los asentamientos y no solo empeoró la situación, sino que regalan viviendas a los militantes de la coalición; venían a mejorar la seguridad y cada día son más evidente los vínculos de este gobierno con el narcotráfico, con Marset. Su propio personal está vinculado a la mayor red de corrupción en Presidencia, donde Astesiano solo fue el chivo expiatorio de una jerarquía mucho superior también involucrada.

Está claro: su discurso no se ajustó a la realidad. Quienes analizábamos la política desde la izquierda podíamos, con algunos elementos teóricos, prever sus intereses hacia favorecer a la oligarquía. Pero no bastó. Es necesario, además, proponer un Programa de Izquierda y de avanzada, que logre apuntar a los problemas no resueltos con honestidad y plantear soluciones a las grandes dificultades que viven los trabajadores uruguayos.

Un Frente Amplio, un Pueblo de esperanzas (Parte 2)

Somos frenteamplistas porque seguimos creyendo que es la herramienta para transitar el proceso de Liberación Nacional hacia el Socialismo. Seguimos reivindicando su Carta Fundacional, donde define su carácter antiimperialista y antioligárquico. Sin embargo, no podemos simplemente conformarnos con lo dado y lo existente. Consideramos que hay mucho por cambiar, mucho por mejorar. Tenemos propuestas, reivindicaciones programáticas y aspiraciones de un Frente Amplio más consustanciado con nuestro pueblo, más sensible y más combativo. Es en ese sentido que toma importancia construir una propuesta política frenteamplista, que reivindica su historia, sus logros, pero con miras de elevar las discusiones, con profundidad en la unidad: Congreso del Pueblo.

Eventualmente podremos tener expresión electoral, para las Elecciones Internas o las Elecciones Generales. Pero hoy, parece prioritario pensar qué Frente Amplio queremos, cómo deberá ser el próximo Gobierno frenteamplista y quién tiene el perfil para garantizar el tránsito de ese rumbo con éxito.

Un gobierno para el pueblo

La próxima gestión frenteamplista no debe apuntar a sólo administrar “la cosa pública”. Deberá poner los intereses de los trabajadores sobre la mesa, con un gobierno “de cercanía” y no de burócratas apáticos. El vínculo del gobierno con las organizaciones sociales, sindicales y gremiales debe ser estrecho, pero siempre manteniendo la independencia de estas. Ya aprendimos, o eso esperamos, que manifestarse no es “hacerle el juego a la derecha”, sino todo lo contrario, es lo único que le da fuerza a las iniciativas verdaderamente positivas para el pueblo; hacerle el juego a la derecha es distanciarse del pueblo, abandonar la base social, dejando paso a la permeación ideológica en los barrios por estos caudillos blanqui-colorados.

Por otro lado, la próxima gestión también deberá poner en marcha una gran discusión sobre el Uruguay productivo de los próximos cien años. Rechazar terminalmente las grandes plantaciones forestales, romper los acuerdos con UPM, con las empresas de Hidrógeno Verde, anular el Proyecto Neptuno, y reactivar esos campos con producción alimentaria. El deterioro de las tierras productivas uruguayas, de continuar con el eucaliptus, es devastador; pan para hoy, hambre para mañana.

La educación y las infancias son puntos cardinales de una gestión mínimamente humanista. Deberá establecerse un Plan para la erradicación de la desnutrición infantil, que tanto ha subido el porcentaje de niños que la sufren, de forma urgente. Además fortalecer en todos los sentidos a Inau, que es quién trabaja con la población más vulnerable de estas edades.

Por el lado de la Educación Formal en Primaria y Secundaria, se hace necesario un gran debate participativo de directores, docentes, funcionarios y estudiantes, sobre qué tipo de Reforma debe hacerse. No imponer cambios de forma inconsulta. Además recuperar las horas recortadas de los trabajadores y potenciar más proyectos sobre la masa desertora.

En la Universidad, primero Presupuesto digno, no palabras. Para garantizar que todos los internos de Medicina puedan recibir el merecido sueldo además del beneficio de FONASA y los aportes jubilatorios. Que el Hospital de Clínicas reciba la partida de FONASA por los pacientes que se atienden, que son más del 50% de la población metropolitana, y hoy prácticamente ASSE no le brinda presupuesto. Que haya una real descentralización, con carreras completas en el interior, no cursos virtuales al estilo de “tutoriales de YouTube”.

El 70% de los varones jóvenes y el 56% de las mujeres jóvenes, trabajan y no estudian; pero solo el 25% de los jóvenes son independientes. Para un joven trabajar es insuficiente para garantizar su subsistencia. La mayor dificultad la encuentran en la vivienda, el precio altísimo de los alquileres hace imposible el acceso a un hogar. En contraste, existen 240 mil viviendas vacías, siendo objeto de especulación de las inmobiliarias. Es necesario un Plan Nacional de Viviendas, que ponga fin a la usura y la especulación inmobiliaria, erradicando los asentamientos y garantizando el acceso a la vivienda como un derecho humano fundamental.

Estos son algunos puntos, evidentemente faltan muchos más por detallar. Pero en definitiva, lo que debe ser la próxima gestión frenteamplista es un Gobierno para el pueblo.

Continuará…

¿Un tigre de papel?

Xulio Ríos* 6 de marzo de 2024

Ante las crisis de Ucrania o la más reciente de Oriente Medio, China ha reaccionado con una interpretación de ambos conflictos que atiende a las causas endógenas pero que tampoco es ajena a los ecos de la rivalidad con EEUU. Es también por ello que ha dispuesto no solo una batería de propuestas políticas que giran en torno a la idea de recuperar la estabilidad sino sugiriendo su implementación bajo el marco de su Iniciativa de Seguridad Global, lanzada en 2022. Hay una opción sobre la mesa alternativa a la profundización de la violencia, ya muy enquistada, y aunque su recorrido está por ver, ha cosechado un importante nivel de simpatía entre los países del Sur Global.

Entre la interminable secuencia de masacres diarias de palestinos en Gaza, China intenta abrirse camino fortaleciendo las relaciones con los países árabes aunque sin quebrarlas del todo con Israel. Y es que con todos, en realidad, ha implementado una idéntica estrategia: la de priorizar el desarrollo y comercio mediante proyectos compartidos, con mucha atención a las infraestructuras. El futuro de este proceso está en jaque, al menos parcialmente, en tanto no cesen las hostilidades. Y quisiera recuperarlo más pronto que tarde, en cuando esto se acabe.

Bien acogidas en la región, China ha puesto en marcha mediaciones exitosas como la lograda con Riad y Teherán; no obstante, un agravamiento de las tensiones fácilmente puede quemar esta política. Es más, la ola de reconciliación auspiciada por Beijing para relativizar el peso de las diferencias y aunar estrategias de progreso corre serio peligro.

El desarrollo de los acontecimientos tras varios meses de guerra ha situado a China en una posición crecientemente crítica con Israel, especialmente en virtud de su ensañamiento con la población civil, y más cercana a las tesis palestinas. Nunca ocultó su simpatía hacia la causa palestina. Pero la capacidad de intervención activa en este contencioso, que algunos daban por hecha tras el acuerdo Riad-Teherán, se antoja compleja.

Y ello no solo porque la neutralidad, base de cualquier mediación, está en entredicho -al igual que en Ucrania- sino, sobre todo, porque la conjunción de situación interna complicada en China y el incremento de las tensiones geopolíticas con los socios occidentales, complica su margen de maniobra.

En lo estratégico, ahora mismo, la principal preocupación para Beijing es cuánto más reafirmará EEUU su peso en la región a través de las acciones del ejército de Tel Aviv. Para evitarlo, debe esforzarse y hacer valer ese poder de moderación, diálogo y consenso del que presume. Pero sus raíces aquí son flojas en comparación con otros actores. En este contexto, su reputación, pese a las buenas intenciones, puede resentirse.

La única manera de mantener vivo aquel optimismo inicial de otra política para la región consiste en remangarse y transformar los éxitos económicos que ha obtenido en la zona en capital diplomático para desplegar una política autónoma. Pero sin ir de la mano con EEUU se han manifestado dificultades relevantes para ejercer una incidencia real. La insistencia de Beijing en el diálogo y el rechazo de la confrontación parte aguas con EEUU pero en ambos casos afronta el reto de la credibilidad de las buenas intenciones. A EEUU solo le interesa de China que influya sobre Teherán para que contenga a los hutíes y a ciertas milicias palestinas. Al igual que en Ucrania con Rusia, a China se le presume aquí una influencia sobre los líderes iraníes que está por demostrar.

Esta dinámica puede afectar también a las expectativas que las capitales de la región habían puesto en China no solo en lo diplomático y en el marco del conflicto, también en el cumplimiento de las promesas de comercio e inversión que aun no se han materializado del todo.

*Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China

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